#París2024 / Motosierra, deporte de alto rendimiento y especulación financiera

#París2024 / Motosierra, deporte de alto rendimiento y especulación financiera

El 25 de marzo amaneció con malas noticias para el deporte argentino: Daniel Ridao, mano derecha del titular del Enard, Diógenes de Urquiza, se presentó en el Cenard, Centro Nacional de Alto Rendimiento, para comenzar con los despidos, acompañado de la Policía Federal; el mismo día, La Nación publicaba una extensa entrevista con Diógenes donde señalaba que sí, que había plata para el deporte argentino de alto rendimiento camino a los Juegos Olímpicos que tendrán lugar en cuatro meses en París, pero que estaban “redireccionando” ese dinero. Gestionarlo mejor: ominosa frase que casi siempre refiere a un recorte.

Pero, bueno, redireccionarlo, ¿hacia dónde, en todo caso? Diógenes da una pista cuando habla de los clasificados que estima para París 2024: 140 atletas, dice, viajarán a Europa. En Tokio, con pandemia, fueron 178; en Río, con viento a favor regional (Brasil clasificaba directo en varias disciplinas y liberaba el cupo), 213. La caída de la cifra puede comprenderse como resultado directo de un alto rendimiento que vio como su apoyo perdía valor con la inflación. Pero también se vislumbra una idea: los ya clasificados a París tiene su apoyo garantizado, pero, para adelante, el recorte llegará para aquellos que no tienen chances de medalla o diploma.

Así lo sugirió el propio Diógenes, al explicar que los fondos para París están garantizados (para los ya clasificados) para, casi sin eufemismos, agregar que para él algunos de esos fondos constituyen un despilfarro. “Dentro de la clasificación pusimos criterios, para darles primero a los que teníamos que darle. Son prioritarios los olímpicos clasificados con chance de medalla o diploma. Después tenés a los olímpicos que se clasificaron, pero que no tienen tantas chances de diploma; diría la maratonista Florencia Borelli, que cuenta con su derecho a participar. Luego, aquellos con chances de obtener el pasaje, como la selección de voleibol, que si entra podría ser diploma. Y después tenés a los que van a clasificarse y simplemente participarán, como el remo, que tiene pocas posibilidades. Se tienen que hundir todos los botes para que gane; es la realidad, pero se lo ganó”, lanzó Diógenes con La Nación. 

Curiosas declaraciones, por decirlo de alguna manera, viniendo del titular del Ente Nacional de Alto Rendimiento: más allá de cierta brusquedad en el tono, irrespetuoso, la frase parece olvidar procesos y experiencias necesarias para alcanzar resultados: el Enard fue construido para competir, desde ya, pero medir el éxito del programa en medallas olímpicas, medallas ya, medallas ahora, resulta absurdo. Nadie alcanza el podio sin antes fracasar, una y mil veces. Se precisan procesos, aprendizajes, quizás larguísimos, roce, experiencia, antes de llegar a una medalla, más viniendo desde Argentina, donde muchas veces no hay conocimiento, tecnologías, competencia, recursos humanos y económicos para estar a la par de la elite mundial. El planteo desconoce los caminos necesarios para desarrollar el deporte de alto rendimiento, pero quizás no sea por ingenuidad: la sospecha es que se alinea con la idea de pasar la motosierra a todos aquellos que parasitan fondos del Estado para tareas inconsecuentes. El cine “de películas que nadie ve”, las bibliotecas “a las que nadie va”, el deporte “de atletas que nadie mira” y que salen últimos… Casta.

La motosierra ya arrancó, de hecho. Ya en enero, algunos atletas deslizaban fuera de micrófono: “Están recortando en todos lados”. En las semanas siguientes, comenzaron a aparecer las famosas rifas y pedidos de donación para bancar viajes. Allí es donde, en silencio, ya recorta el Enard: los clasificados a París tendrán su boleto, y Diógenes asegura que lo pautado para otros que están cerca de París estará, pero aquellos con menos chances de clasificar en estos meses tendrán que pelear lo suyo. Más clasificados a los Juegos parecen constituir incluso un problema para el Enard y sus finanzas. Pero además, ¿qué pasará después de París, con aquellos atletas que todavía no están en los más altos escalafones del alto rendimiento? La sensación que exudan las palabras de Diógenes sobre atletas que sobran, es que la misión de Diógenes es de realizar un profundo recorte, no un “redireccionamiento”.
Nada que no pudiera intuirse cuando asumió Javier Milei como Presidente, a pesar de que algunos hoy parecen sorprendidos. El caso emblemático es Ariel Suárez, claro: el ex remero detenido en cuarentena por salir a entrenar se convirtió en un cuadro político y bancó el ascenso de Milei. Pero en febrero ya la veía: “Comprendo que no hay plata pero no entiendo y, siento, que es una falta de respeto a todo el deporte nacional que no tengamos una estrategia ni plan a seguir. Falta hasta el subsecretario en Deportes. No todo es ‘SAD’ hay un deporte olímpico ahí afuera. No hay plata pero tampoco hay intención de gestión. Sólo les interesa la Sociedad Anónima en los clubes de fútbol y no el deporte olímpico. Muy triste todo”, lanzaba en una serie de tuits furiosos.

En rigor, el área de Deportes, que para Suárez estaba “a la deriva”, había tenido un titular: Ricardo Schliepper. Pero asumió Scioli como ministro del área y Schliepper renunció: la subsecretaría deportiva quedó vacante hasta hace dos semanas, cuando finalmente fue oficializado el ex intendente de La Plata Julio Garro en el cargo. Fuera de micrófono se explicaba que el cargo le “pertenecía” a Macri en el reparto: Garro, parte del PRO y cercano a Macri desde sus días en Boca, cuando era presidente de la filial platense del club, tiene dos misiones como enviado del ex presidente de la Nación.

La primera es la que señaló Suárez: el ingreso de las Sociedades Anónimas en los clubes es la obsesión de Macri, al punto de que en el infame mega DNU, supuestamente un decreto urgente para redireccionar al país en temas críticos como la pobreza y el hambre, aparecía el cambio de legislación que por decreto que permitía la entrada de privados a los clubes. Fue el único plan para el deporte en los meses desde que asumió Milei, junto a la aparición en el Boletín Oficial de la posibilidad de realizar aportes para los deportistas de alto rendimiento, aunque como monotributistas, algo que ya podían hacer.

La otra misión quedó clara con la primera medida de Garro como subsecretario: un día después de asumir, publicó en sus redes un video del estado del Centro Nacional de Alto Rendimiento. Moho y humedad, obras abandonadas, duchas sin agua caliente. En sincronización total, este fin de semana, en tapa de La Nación, a cuatro columnas, una foto mostraba una obra abandonada en el Cenard.
Un recorte, claro, una edición de la realidad: cualquiera que haya recorrido el Cenard sabe que hay escombros de alguna obra a medio hacer, también conoce las quejas de deportistas por el estado del alojamiento, las camas, las duchas, pero el funcionamiento del Centro es pleno, alojando los entrenamientos de centenares de deportistas diariamente.

Y en todo caso, habría que invertir en el Centro, volverlo a poner a punto, pero esa no es la misión de Garro: la misión está en esos terrenos de Núñez que ocupa el predio, hace rato codiciados por los desarrolladores inmobiliarios. Es que el Cenard se encuentra en la zona más cara de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Momento de una historia: volvemos a 2017, momento clave en la historia del Enard, ente autárquico que hasta allí se financiaba gracias a un impuesto del 1% sobre los consumos de los celulares, es decir, al margen del Presupuesto, de las arcas, sin costo para el país. Ese año, sin embargo, por decreto, Macri cambió la forma de financiamiento del Ente: ahora, pasaría a depender del Estado, a discutir su presupuesto con áreas críticas como salud, educación. Ahora sí, el deporte de alto rendimiento le costaba plata al país.
Desde allí, las becas y presupuestos del deporte nacional comenzaron a sufrir los vaivenes de la economía nacional: una beca atada al consumo de la telefonía hubiera acompañado la inflación, pero una beca atada al Presupuesto solo pudo perder valor, año a año, hasta hoy.

Cuesta entender por qué se cambió lo que funcionaba. Lo que es más, nadie dentro del deporte dijo demasiado. Momento de una teoría: ¿cambió el sistema del financiamiento del Enard solo para poder vender los terrenos de Núñez? 

Porque la historia sigue: dos años más tarde, en enero de 2019, ante la crisis del deporte y general, se convertía a la cartera en Agencia, una manera, se dijo entonces, de atraer inversión privada al necesitado deportista. La discusión de si el deporte de alto rendimiento debería intentar atraer recursos privados para funcionar en lugar de gastar dinero público (¿ir al sponsor es aliviar las arcas o soltarle la mano a un deporte sin atractivo mediático en un país futbolizado?) puede plantearse. Pero no era necesaria antes del cambio en la forma de financiamiento del Enard que nadie protestó. (Hace rato, en ese sentido, que las discusiones clave parecen haber cambiado: en lugar de debatir cómo recomponer los fondos del alto rendimiento, cómo generar más práctica en las bases, cómo construir centros de alto rendimiento en todo el país, el deporte entró en estado de emergencia, corriendo a defender lo poco que tiene).

La Agencia la dirigía alguien que ya conocemos: Diógenes de Urquiza, hombre del pádel, deporte que históricamente se organizó a través del financiamiento privado. Y entre sus funciones, la nueva entidad tenía la de disponer, para recaudar fondos, de los inmuebles que eran parte de la vieja Secretaría de Deportes. Se podían, en teoría, alquilar, para eventos, por ejemplo. También, se decía, vender, aunque el propio Diógenes negó que la Agencia tuviera esa capacidad.

Por entonces, llevábamos varios meses en los que el propio presidente Macri le comentaba a los deportistas y periodistas que quizás lo mejor era dejar el viejo y descascarado Cenard, y mudarse al flamante predio de Villa Soldati, inaugurado para los Juegos Olímpicos de la Juventud celebrados en Buenos Aires en octubre de 2018. Soldati, al sur de Buenos Aires, es desde ya una zona mucho menos valiosa que Núñez. También, menos accesible y hasta insegura: muchos atletas fruncían el ceño ante la propuesta, pero los alfiles se colocaban ya en posición para el remate.

Pero hubo algunas protestas, y luego el oficialismo de entonces entró en campaña hacia las elecciones presidenciales, y finalmente, cambió el gobierno y regresó el deporte a ser una secretaría, extinguiendo los planes inmobiliarios para el Cenard.

Al parecer, el ex presidente no se olvidó, sin embargo, de esa obsesión, y ya colocó a su alfil para comenzar a trabajar sobre la percepción pública y allanar el terreno hacia una venta del predio, mientras detrás del Cenard ya se construyen varias torres en el viejo Tiro Federal. Lo curioso es que la crisis del sistema de financiación del alto rendimiento deportivo comenzó allí, en medio de la especulación inmobiliaria, en 2017, y hoy esa misma crisis, esa falta de fondos, se enarbola como razón para, probablemente, abandonar el predio y viajar al sur. Vaciar, decir que no funciona, vender: el regreso de los 90.

¿Entonces, qué pasará con el deporte? Fuera de habilitar intereses privados (las SAD, la venta del Cenard) en nombre de su frágil alianza con el macrismo, para un presidente libertario como Milei probablemente haya que segar todo con motosierra: el Estado no debe para él hacerse cargo de ese lastre, por lo que los recortes y reducciones de los espacios hasta su mínima expresión quedan habilitados, además de contar con cierto aval en la opinión pública que considera “curro” todo lo público. Y ¿qué es para el gran público el Enard, más que una sigla abstracta que aparece en los portales cada tanto? 

Así, el Enard seguramente tomará una fisonomía muy distinta después de París. Diógenes ya deslizó un apoyo más focalizado, un eufemismo seguramente. ¿Quizás se promueva un ingreso de privados como sponsors, otra vez? Habrá que ver a quiénes acompaña el mercado en una patria futbolizada y que no tendrá medallistas olímpicos en competencia en París, a excepción de Leonas y Pumas 7 que, claro, ya tienen marcas en su ropa. Pero Diógenes, en todo caso, no tendrá problemas en hacer contactos: entre su tiempo en la Agencia y su paso al Enard, trabajó en Le Coq, que viste a los atletas del Comité Olímpico Argentino.

Y los que queden fuera de ese sistema, sálvese quien pueda: con el achicamiento de TV Pública y DeporTV tendrán aún menos visibilidad, menos tiempo en pantalla, para “venderse”, y deberán sumarse al ejército de cuentapropistas para bancarse la carrera, la representación del país. Un laburo aparte (y qué laburo paga lo suficiente para comprar implementos importados, pagar viajes a competencias), o canjes, rifas, generación constante de contenidos en redes sociales. Y después, a entrenar.
Es un regreso a los tiempos anteriores al Enard, y la agudización de una tendencia que ya se daba en los últimos tiempos, cuando las becas comenzaron a perder rápidamente valor ante las crisis inflacionarias y muchos atletas se cayeron del sistema o dejaron el deporte por no poder o querer sostener dos vidas. Todo esto se hubiera evitado si se sostenía el 1% de la telefonía como forma de financiamiento. 

Pero quizás ese retiro involuntario sea un destino preferible para ellos a atreverse a clasificar a un Juego Olímpico en condiciones que se deterioran temporada tras temporada, para luego escuchar al titular del ente que rige el deporte de alto rendimiento decir que esa plaza es indigna de financiamiento, porque necesita que todos se hundan para ganar.