Simone Biles: bajo presión

Simone Biles: bajo presión

Simone Biles. Todos hablan de ella. Juega en otra liga: sus rutinas revisten tanta dificultad que sus puntajes derrotan a las rivales antes de que empiece la competencia, le quitan suspenso al deporte. Y de golpe, el deporte contraatacó: Biles salió ¿nerviosa? a la clasificación de Tokio, los jueces hicieron su parte y Simone, de repente, fue humana.

Así quedó servida la mesa para uno de los platos principales del día: desde las 7.45 de la mañana del martes, hora Argentina, se desarrollará la final por equipos de la gimnasia artística, primera prueba por medallas para Biles en Tokio 2020. Impulsadas por la potencia de una de las mejores de la historia, que se reconoce a sí misma “en otra liga”, Estados Unidos era candidata: quedó segunda, detrás del Comité Olímpico de Rusia, nada menos, por lo que la madrugada será bien interesante para nosotros los espectadores.

¿Qué pasó? Gente que sabe más de gimnasia que uno explica los detalles técnicos de una de las olímpicas sorpresas en lo que va de Tokio 2020: “El panel E de suelo estaba afilado y ninguna alcanzó los 8 puntos. ¿Cómo es posible que pasemos de que sean favoritos a ganar por goleada a quedar en el 2do puesto? Mi teoría es que hubo un criterio bien estricto de presentación artística, lo cual no afecta a países que trabajan en esa línea, como Rusia o Países Bajos, y sí puede perjudicar a EE.UU., que se destaca en la nota de dificultad pero no tanto en las coreografías fluidas”, escribió Romina Castellini, del indispensable newsletter Mundo GAF. Para Castellini, “Biles nuevamente tuvo un día de promedio para abajo con imprecisiones en los aterrizajes y salida de las líneas en salto y suelo. En un momento pensé que peligraba su clasificación, con una Jade Carey muy serena, en su mejor momento y acertando todos los aparatos y Sunisa Lee repitiendo el segundo día de olympic trials donde logró pasarla en puntaje, sobre todo en barras y viga”. 

Finalmente, Biles consiguió acceder a todas las finales, en busca de sus seis oros (equipos, all around, suelo, salto, barras y viga). Y superada la clasificación, mañana será otra cosa: no falta quien dice que a la hora de la verdad Biles sacará a relucir su espíritu competitivo, su desfachatada fe en sí misma, y que otra vez habrá que hablar de que no tiene equivalencias, simplemente. Incluso, hay quienes sospechan que las dudas que se tejieron en torno suyo podría funcionar como combustible, de cara a las galas definitorias que se vienen a partir de hoy.

Es sumamente posible, claro. Pero la actuación de Biles, tan buena que debería competir aparte, y sin embargo humana en un día clave, vuelve a poner la lupa sobre un aspecto invisibilizado: son humanos, no máquinas. Sí, también Biles: parecía invulnerable, ella misma se sentía así, tejiendo en su traje lentejuelas con la imagen de una cabra (porque es la GOAT, greatest of all time). Pero en algún punto, todas esas expectativas que pesan sobre ella hacen mella. Si uno se pone nervioso pateando un penal entre amigos en el fútbol 5 del domingo…

Y no fue solo un mal día: ya en los trials había tenido un puñado de días complicados, que la dejaron frustrada porque “cualquier cosa que no sea mi mejor forma me saca de quicio”. Esa necesidad de ser siempre la mejor, alimentada de su deseo interno pero también de presiones internas, ha agotado su cuerpol, un cuerpo “viejo, cansado, estresado” para la gimnasia, como ella misma confesó: si defiende su título de all around, se convertirá en la primera campeona mayor de 21 años y la primera en defender el título desde que la checa Vera Caslavska lo hiciera en 1968 con 26 años y 171 días. La gimnasia, como buena parte del deporte de alto rendimiento, lo consume todo, lo exige todo. Quizás Simone Biles haya llegado a su último baile (aunque podría aparecer en París en algún aparato) al límite del burn out. 

El camino a Tokio fue particularmente agotador para Biles: en los días posteriores a su vuelo legendario en Río, un grupo de gimnastas denunciaron al médico del equipo de gimnasia estadounidense, Larry Nassar, por abusar de ellas. Biles contó en 2018 que fue una de ellas: “La mayoría de ustedes me conocen como una chica alegre y enérgica. Pero últimamente, me siento un poco rota y cuanto más trato de apagar las voces en mi cabeza, más fuerte gritan. Ya no tengo miedo de contar mi historia. Yo también soy una de las tantas sobrevivientes que fueron abusadas sexualmente por Larry Nassar”, escribió en Twitter, donde afirmó, de forma desgarradora, que “me parte el corazón pensar que, mientras trabajo para cumplir mi sueño de competir en Tokio 2020, tendré que volver continuamente al mismo lugar de entrenamiento en el que fui abusada”.

Pero Biles apuntó no solo contra el demonio, sino contra el sistema que no solo lo toleró sino que lo engendró, el casi militar sistema de entrenamiento del equipo estadounidense, a cargo de Bela Karloyi, ex entrenador de Nadia Comaneci que se escapó de Rumania y fue recibido con los brazos abiertos por una Estados Unidos ansiosa por ganar la batalla deportiva durante la Guerra Fría. La obediencia militar permitió todo tipo de abusos y silencios, incluidas las de Nassar, que abusó de más de 300 gimnastas a pesar de que los dirigentes de la federación lo sabían hace rato. 

Biles comenzó a mostrarse en oposición profunda a ese sistema. Desde aquel tuit de 2018 se convirtió en una de las principales activistas deportistas de su país, y lanzó dardos tan potentes contra la federación que provocaron la renuncia la CEO interina en medio de la crisis Nassar, Mary Bono, luego de que la antigua congresista se expresara en contra de la relación comercial entre Nike y Colin Kaepernick, el primero en arrodillarse para manifestar la desigualdad racial en el deporte. En ese momento, Nassar había manchado a la gimnasia y Under Armour, P&G y Visa habían roto su vínculo contra la federación. Y Bono se quejaba de Nike, mientras si alguien se acercaba a USA Gymnastics todavía era gracias al poder de Biles. Mientras tanto, entrenaba con nuevo entrenador, tras tomarse un año sabático, un cambio que le dio resultados: no conforme con la distancia que la separaba del resto del campo, no conforme con llevar ya cuatro elementos a su nombre, Biles comenzó a explorar nuevos límites en su rutina: al último, el Yurchenko con doble mortal en carpa hacia atrás, los oficiales le pusieron un puntaje menor para desalentar su realización a otras gimnastas que podrían lastimarse intentando ser Biles. Por supuesto, la norteamericana estalló: “Es muy bajo y lo saben, pero lo que ocurre es que no quieren que haya tanta diferencia entre el resto y yo. Pero eso es algo que no es mi problema”, disparó Biles, y muchos recordaron ese desafío cuando los jueces le bajaron el precio a su rutina de suelo en el primer día de competencias en Tokio. ¿Por qué tomar estos riesgos extremos si ni siquiera son recompensados en el puntaje? “Porque puedo”, disparó Biles.

Voz pública, líder de la gimnasia estadounidense y su esperanza, cruzada con la federación internacional, candidata a seis oros, una mujer de otra galaxia: así, Biles fue sumando semillas de presión intensa que amenazan con germinar en Tokio. Pero, claro, en la presión se hacen los héroes y las heroínas: nadie en su sano juicio espera una debacle de Biles sino, al contrario, una demostración de que es la cabra indiscutida, a pesar de llevar el mundo en sus espaldas. O quizás por llevar esa gran presión sobre ella, esa presión que solo conocen los grandes de verdad, los que compiten consigo mismos. 

Pero tal vez no. Tal vez ese mito de invulnerabilidad sea lo que haya que desmontar. En la mañana argentina de hoy, Delfina Pignatiello nadó muy por debajo de sus posibilidades y quedó muy lejos de la final del 1500. Podía pasar: como señalamos hace un par de ediciones, quien mirara sus marcas, encontraría que los tiempos que la ponían en la elite ocurrieron solo dos veces en su carrera; lo común era nadar la milla por encima de 16 minutos, aunque no 36 segundos por encima, claro. ¿Qué pasó? Ella tendrá que revisar la razón de la inconsistencia de sus marcas, su preparación, incluso su deseo, pero los medios tendremos que revisar la carga que colocamos sobre sus hombros: como vendía, como era joven, fresca, una figura atractiva para los jóvenes, los medios se abalanzaron, desesperados, la pusieron en todas las tapas, y nunca analizaron sus chances reales, sus tiempos, su falta de evolución. De hecho, ni siquiera importaba demasiado qué hacía. Ella misma habló varias veces de esa presión en sus sesiones de streaming, pero nadie parecía estar escuchando. Sin dudas, el ruido alrededor embarró su proceso de preparación, su deseo. Después, todos nos felicitamos por nuestras columnas de Naomi Osaka y la salud mental, pero a la vez estamos esperando que los atletas sean, todo el tiempo, estos superhéroes que resisten presiones absurdas, un nivel de exposición altísimo, que muchas veces se convierten, contra su propia voluntad, en símbolos de algo más grande cuando, al final, son solo deportistas, nada más que deportistas.