#Judo / De película (pequeño homenaje a Paula Pareto)
Es para una película de Hollywood, de las malas. Una mujer decide practicar un deporte de tradición oculta en su país: hay algunas mujeres antes que ella que marcaron el camino, como Daniela Krukower, pero básicamente está sola en su misión, tan sola que tiene que viajar desde Tigre a La Plata para entrenar como quiere. Aún así, y sosteniendo lo suyo desde el viejo amateurismo, sin apoyos, a pulmón, consigue con 22 años llegar a un Juego Olímpico. Y ganar una medalla de bronce. Pero empiezan las dificultades, el cansancio de tanto viaje, la necesidad de cambio de aire, las lesiones: no llega en su mejor forma a los Juegos de 2012 donde, de todos modos, demuestra que es una atleta de elite alcanzando el quinto lugar. Y entonces, el modo bestia: título mundial en 2015 y título olímpico, finalmente, en 2016, tras tanto lucharla. En paralelo, la mujer estudia medicina y, cuando una pandemia estalla en el mundo (un plot twist ridículo) se pone en la primera línea de esa batalla también. Aún así, con 35 años, y arrastrando un cuerpo magullado, clasifica a Tokio 2020. Viaja a Japón, la cuna de su deporte, a entrenar. La reciben con honores. Lleva la bandera olímpica en representación de su continente. Solo falta la frutilla del postre: horas después de la ceremonia inaugural, comienza su última competencia, antes del retiro.
Pero la vida no la escribe un guionista malo de Hollywood, y entonces a Paula Pareto, de ella hablamos, claro, le toca un cruce complicado en cuartos, contra una rival dos veces campeona mundial, y local, que la somete y casi le arranca el brazo. Sale con dolor, pero todavía hay chances en la repesca. Allí la espera otra joven en ascenso, y le saca la ilusión a miles de argentinos trasnochados.
Igual, como siempre, Pareto sale con la cabeza en alto. Agradece el apoyo de todos, los japoneses, el público, su familia. No parece sufrir la derrota. Hay algo de alivio, seguro, de final, pero también una aceptación madura de la derrota que parece, de nuevo, parte de alguna peliculita inspiracional. Los seres humanos reales no deberían ser así, no deberían responder así, con tanta dignidad, altura y naturalidad, ante los golpes de la vida. Pareto felicita a sus oponentes, abraza a la rival que casi la lesiona, se toma un tiempo en la conferencia de prensa para resaltar a la portuguesa que la sacó del tatami para siempre, dice que tiene mucho para dar. Que se yo. Paula Pareto es tan grande que no quedan demasiadas palabras para una carrera que trasciende, por mucho, esos cuatro Juegos Olímpicos, las dos medallas, el oro, los dos diplomas, el título mundial. Pareto es leyenda. Más grande que la vida. No alcanzan las hipérboles de mal guionista para contar la era que acaba de terminar.