Tokio en problemas. Parte 1: Los Corona Games

Tokio en problemas. Parte 1: Los Corona Games

Bienvenidos a los “Corona Games”

Bienvenidos a Tokio 2020+1: los Juegos Olímpicos que mantuvieron su nombre a pesar de postergarse a causa de una pandemia para proteger el merchandising, y que se celebrarán en el medio de esa misma pandemia, motivo por el cual ya se han ganado el apodo de “Corona Games” de parte de sus detractores.

Pero es difícil no ser romántico cuando se trata de Juegos Olímpicos. Por eso no faltan quienes afirman que el evento será una prueba de que la humanidad ha vencido, una vez más. Cuando la bola comience a correr, contagiados por la magia que transmite la reunión deportiva más grande del planeta, miles se sumarán a ese ejército. Nosotros, probablemente, también. Por eso, este texto se escribe antes del comienzo de todo.

Antes de ese aluvión de más de 11 mil atletas (cifra que no tiene en cuenta jurados, entrenadores, cuerpo médico…) que, seguramente, llevarán alguna variante covidosa a Tokio (¡quizás hasta creen una nueva!). Ya ocurrió con algunos de los adelantados que arribaron a la sede olímpica: atletas de Uganda y Serbia dieron positivo al aterrizar, mientras que en los Países Bajos un equipo entero quedó comprometido ante un caso positivo. Todos estaban vacunados. Hasta hubo casos en el recorrido de la antorcha olímpica por Japón, motivo por el cual los tramos finales se realizaron sin nadie que los viera. Solo una cámara para seguir a los relevistas: un anticipo de lo que se verá desde el 23 de julio.

Una mujer descontenta con los Juegos de Tokio intenta apagar la llama olímpica
El terror del Comité Olímpico Internacional es que un caso dispare cientos y las competencias queden notablemente alteradas. Es por eso que se determinó, finalmente, que no habrá público local en las gradas: a los atletas les hicieron firmar contratos mediante los cuales el COI se deslinda de cualquier responsabilidad ante un problema de salud resultado de su participación en los Juegos; pero con el público, no era posible. Con público, el aluvión de miles de atletas de todo el mundo en contacto con cientos de miles de espectadores hubiera convertido, con seguridad, al evento en un “super spreader”.

La medida de no permitir público, de todos modos, es sumamente impopular en Japón, donde se preguntan para qué, entonces, ser sede olímpica, si van a ver los Juegos por tevé como el resto, pero dejando en el camino miles de millones de dólares de las arcas públicas. Y, para colmo, comprometiendo miles de trabajadores de salud para el esfuerzo olímpico, que no estarán en sus puestos para atender a la población en medio de una pandemia. Todas noticias que acrecentaron la ya trepidante ira de los tokiotas, que, según algunas encuestas, rechazan los Juegos en un 80%. La decisión de seguir adelante con los Juegos provocó internas políticas y algunas manifestaciones moderadas, mientras los medios y la comunidad médica han pasado los últimos meses señalando el peligro que supone el mega-evento: llevar a cabo la justa “no se basa en la mejor evidencia científica”, deslizó, por ejemplo, el prestigioso The Lancet, publicación que ahora todos conocemos.

Pero el COI empujó y tendrá sus Juegos, contra toda evidencia, contra todo consejo. Incluso, contra un estado de emergencia: Tokio 2020+1 se llevará en medio de seis semanas de medidas restrictivas declaradas en Tokio, ante un crecimiento de casos en la capital del país oriental. Las medidas, es cierto, son apenas restricciones horarias, y en su mayoría son peticiones, ya que el gobierno no tiene potestades legales para imponer cuarentenas duras (durante la pandemia, las autoridades se otorgaron hace poco más poderes para emitir órdenes vinculantes a los negocios para que cierren o reduzcan su horario de apertura, a cambio de compensaciones económicas): Tokio pide a sus residentes, básicamente, buena voluntad, trabajo en casa y barbijos. El público, algo cansado de los confinamientos, ya ha mostrado que no responderá demasiado a este pedido, con jóvenes reuniéndose después del horario de cierre de los bares a beber en los parques, algo que seguramente crecerá cuando comiencen los eventos olímpicos: justamente, las aglomeraciones de hinchas en las calles tokiotas para ver los eventos que no podrán ver en los estadios y celebrar los triunfos del país es lo que querían impedir desde el gobierno con estas medidas. Frenar la fiebre olímpica, para frenar la fiebre provocada por el COVID.

A Japón no le ha ido tan mal con el virus: en un país de 126 millones de personas, han registrado unos 820 mil casos y 15 mil muertes. Argentina, con un tercio de la población, registra seis veces más casos. Sin embargo, la vacunación ha sido particularmente lenta, con una sola vacuna (la Pfizer) aprobada, y una escasez que llevó a tener, en abril, solo 1% de la población vacunada. Los esfuerzos por inocular a los japoneses aceleraron de cara a Tokio 2020, alcanzando ahora el 17% de la población, aunque demasiado tarde, otro de los motivos por los cuales se prohibió el ingreso de público a los flamantes estadios construidos para miles de personas en la capital.

Ante este panorama, la gobernadora de Tokio Yuriko Koike pasó de pensar los Juegos como “la prueba de la victoria” ante el COVID, a pedir extremos cuidados, avisar que la ciudad está “desarmada” ante la aparición de nuevas cepas y dictar el estado de emergencia. Está claro que ante semejante panorama, serán Juegos modestos, con metas modestas de parte de la organización, la ciudad y el COI: sacarlos adelante, como sea, evitar contagios masivos y escándalos sanitarios, y esperar que con el correr de los días el ruido del exterior se apague ante el asombro de las proezas atléticas.

Para los atletas, dos años de incertidumbre

Las mismas expectativas modestas traerán muchos de los atletas que lleguen a Tokio. El COVID alteró totalmente su preparación para la competencia olímpica, impidiendo los entrenamientos a causa del confinamiento en algunos casos durante meses enteros, y haciendo crecer, en el camino, la ansiedad: ¿se hacen, no se hacen?, se preguntaron durante todo 2020 los que ya estaban clasificados y los que buscaban clasificar, que, para colmo, no sabían cuándo y dónde serían los torneos clasificatorios. Algunos ni siquiera llegaron a llevarse a cabo.

La situación plantea un interrogante: ¿qué clase de competencias veremos? Está claro que muchos no todos llegarán en su pico de rendimiento, que tantos otros llegarán mentalmente exhaustos tras un año de incertidumbre en medio de una pandemia letal, que habrá diferencias entre atletas de países que sufrieron menos el confinamiento y otros que llegarán con poca o nula competencia, o con pocos entrenamientos juntos. Son muchos los equipos que se encontraron hace poco, tras un año y monedas sin verse las caras, sin pasarse la pelota. Algunos se reunieron para eventos que, finalmente, no tuvieron sus citas clasificatorias, y el boleto olímpico terminó siendo decidido por ranking, o a partir de resultados obtenidos en 2019, hace ya dos años. Todo desnaturalizado.

Curiosamente, en la carrera a Tokio, han habido marcas prometedoras y récords mundiales (para algunos, prueba de una importante resiliencia de los deportistas; otros, más cínicos, apuntan a que durante 2020, debido a la situación pandémica, hubo pocos controles antidoping). Lo cierto es que el deporte, en los últimos meses, ha conseguido ponerse en pie lo suficiente para que Tokio 2020 cuente con suficientes eventos atractivos, aunque las grandes rivalidades seguramente se verán devaluadas por el gélido marco que ofrecerán las gradas vacías. La organización tomó la decisión de poner robots en las gradas (esto es real, pueden googlearlo) pero, claro, la idea es casi una burla: sin el calor del público, algunos atletas han decidido bajarse de la justa, directamente, como Nick Kyrgios.

La mayoría, sin embargo, no se los perderá: sea en el marco que sea, para los atletas la perspectiva de una cancelación era desgarradora. Son cuatro (en este caso, cinco) años de brutal preparación, y muchos saben que no tendrán otra chance, por veteranía, por cansancio. Para muchos, es Tokio o nada. Por eso, irán, aunque eso implique hisoparse todos los días y no poder salir del cuarto.

Bienvenidos a los Juegos Hikikomori

Es que, como avisaba Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino, en estos Juegos “habrá que poner el hombro y hacer un sacrificio”. Las reglas impuestas para los atletas son las esperables: se armarán pequeñas burbujas por deporte y los atletas no podrán tener contacto con nadie de fuera de la sede, un ataque directo a la experiencia de la Villa Olímpica; habrá test de saliva diarios, barbijos obligatorios, pecheras para identificar a los atletas, turnos para el comedor y la posibilidad de ir, solamente, del cuarto al comedor o al lugar de entrenamiento, a través de transporte oficial. Nada de paseos por la ciudad, desde ya. Tampoco, nada de sexo: la otra actividad física predilecta de la Villa, según las leyendas, quedará desaconsejada. No se repartirán preservativos, y se le pide a los atletas que, si quieren beber para celebrar una medalla, lo hagan solos, en el cuarto. Japón tiene una epidemia de jóvenes que no salen de sus cuartos, los hikikomori, y en las redes no faltan quienes señalan que, lejos de un evento de encuentros, cruces culturales y amistad, estos serán los Juegos Hikikomori.

Inevitablemente, cambiará la fisonomía habitual de los Juegos: no habrá decenas de atletas alentando a sus compañeros desde las gradas, tampoco acceso irrestricto para la prensa, con zonas mixtas no obligatorias y distanciadas; los propios atletas se pondrán sus medallas en la ceremonia de premiación (algo que parece más demagógico que preventivo); habrá además una ceremonia inaugural con menos deportistas, a pesar de que, según estimaciones del COI, el 80% llegará vacunado, en parte gracias al acuerdo del Comité y Pfizer para distribuir vacunas -al menos en los países donde la inyección de la marca de Brooklyn estuviera permitida- (un trato que, tras anunciarse, se llevó a cabo casi en secreto, para no irritar más al público que espera todavía sus vacunas). En Argentina, muchos atletas aprovecharon las giras en el exterior para vacunarse y desarrollar pronto los anticuerpos necesarios.

Ahora, teniendo en cuenta todo esto, ¿por qué? ¿Por qué se llevan a cabo unos Juegos que involucran a su ya pesada logística un hisopado diario para 11 mil atletas, diversas burbujas, muchísimo personal de salud involucrado? ¿Por qué se llevan a cabo los Juegos en medio de una pandemia?

Bienvenidos a los Juegos Dentsu

La respuesta corta está en la arquitectura del Movimiento Olímpico. El Comité Olímpico Internacional es dueño de los Juegos Olímpicos, y los ofrece a las ciudades, que son las encargadas de realizar la inversión más grande para llevar a cabo el evento: construyen los estadios, los caminos, preparan la logística, todo, a cambio de la promesa de un aluvión turista, publicidad para la ciudad e incluso un lavado de cara político para sus funcionarios. Con el evento en marcha, aparecen la tevé y los sponsors: el COI tiene así sus Juegos, pagados por las ciudades, y recibe así su dinero de la tele y las marcas. Pone muy poco y recibe mucho.

Pero: eso implica que, de alguna forma, el COI es rehén de la tevé: embolsa casi el 75% de sus ingresos por los derechos de televisión. Ese dinero se reparte luego entre las federaciones internacionales, por lo que la realización de los Juegos, y el pago de la televisión, son cruciales para sostener el deporte como lo conocemos, fastuoso y global. Por eso, desde el deporte todos presionaban para que Tokio 2020 se realice.

Ahora, ¿por qué cedieron a la presión en Japón? En medio de una pandemia, Tokio vio cómo la factura de los Juegos, ya inflada, crecía más de 3 mil millones de dólares, hasta superar los 15 mil millones (y probablemente sean más: algunas estimaciones superan los 20 mil millones). Para colmo, ese aumento del presupuesto fue, en parte, para reformas sanitarias que no se utilizarán (porque no habrá público). De esa factura, el COI solo aporta unos 800 millones de dólares; entre 6 mil y 7 mil millones fueron recaudados del sector privado, pero el resto lo pone el gobierno local y nacional. Algo de eso esperaban recuperar entre turismo y tickets, ambos cancelados: ser sede olímpica casi nunca ha dado ganancia desde 1960 (por eso, de hecho, Hamburgo, Roma y Budapest se bajaron de la candidatura para 2024), y la postergación, sumada a la crisis sanitaria, solo acrecentó el peligro financiero de llevar a cabo los Juegos. ¿Y entonces?

A Tokio lo empujaron a aceptar la presión olímpica dos factores: el “Contrato con la Ciudad Sede”, por el cual el COI es el único que puede cancelar el evento (probablemente solucionable, teniendo en cuenta la situación mundial) y la gran inversión ya realizada, que incluye unos 3 mil millones de dólares en patrocinios locales recaudados por la agencia publicitaria Dentsu, que ahora quiere ver los frutos de su labor.

Así, nadie frenó la rueda y habrá Tokio 2020 en 2021: los Juegos que fueron imaginados como el evento que marcaría la recuperación de Japón tras el desastre nuclear de Fukushima (de la misma forma que Tokio 1964 mostró el crecimiento del país y la apertura al mundo tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial) se llevarán a cabo incluso si, como señalan algunos especialistas desde el Lejano Oriente, la lenta recuperación del área afectada se debe en parte al hecho de que muchos recursos han sido desviados para la realización del evento. Uno más de mil escándalos que rodean los Juegos, motivo por el cual algunos medios japoneses afirman que la realización de Tokio 2020 ha sellado el destino de Yoshihide Suga, el primer ministro; otros, sin embargo, apuntan que unos Juegos exitosos, al contrario, pueden hacer que su discutido mandato gane popularidad. La historia de siempre.

La historia de siempre: el show debe continuar. Han ocurrido atentados, boicots masivos, ahora una pandemia, y los Juegos siguieron en pie. Preguntarse si se puede poner freno al circo es a esta altura una pregunta retórica. La respuesta ha sido contundente de parte del mundo del deporte durante todo este año y medio: se jugaron torneos que dispararon casos de COVID, el público regresó a las gradas de forma prematura, la Euro continuó tras la muerte y resurrección de un jugador en el campo y la Copa América sobrevivió a la cancelación de parte de dos sedes y al boicot del plantel de la tercera. El COI pretende enmascarar su decisión de seguir adelante de bonitos discursos: los Juegos Olímpicos son una reunión armónica de naciones, un espacio para la paz mundial que traerá alivio y esperanza en tiempos oscuros, afirman desde Lausana. Pero el cinismo alrededor crece: como Kaori Yamaguchi, medallista olímpica y miembro del Comité Olímpico Japonés, se atrevió a decir, “durante mucho tiempo, creí que los Juegos Olímpicos eran algo especial. Pero a partir de ahora, habrá que pensar a los Juegos como un mero entretenimiento, un negocio”. Es difícil no ponerse romántico con los Juegos Olímpicos, pero, a la vez, es cada vez más difícil seguir siendo un romántico en un mundo tan cínico.

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