#TenisMesa / La templanza y la gloria del olímpico Horacio Cifuentes
Horacio Cifuentes tiene cuatro puntos derrotar al dominicano Wu Jiaji en el último encuentro del Clasificatorio Olímpico y conseguir su boleto a Tokio: en Rosario se palpa la tensión, los controles remotos tiemblan en las manos de los espectadores que siguen la transmisión. Pero la mirada de Horacio Cifuentes está firme. Segura. Convencida: todo lo que ha hecho, todo lo que ha sufrido, ha sido para llegar a este momento. No hay nada más que hacer, que jugar el punto.
Es que, cuando el punto final sea un hecho y Cifuentes llore emocionado, descargando años de sufrimiento, aliviado, feliz por conseguir el retorno del tenis de mesa a un Juego Olímpico tras saltearse Río, feliz por lograr su primera experiencia olímpica, lo que delatarán esas lágrimas de gloria es una historia de lucha, de sufrimiento en silencio y soledad que explican cómo, a los 23 años, puede caber tanta templanza en un cuerpo.
Porque el tenista de mesa berissense/platense sabe lo que son los momentos duros: lleva ya cinco años dando vueltas por Europa, solo, lejos de su familia, de sus afectos, buscando ganarse la vida en el deporte que ama. Desembarcó primero en Portugal, luego recayó en España y, poco a poco, fue consiguiendo lo que quería: el roce, la competencia constante y de alto nivel que no existe en nuestro país, única forma posible de seguir creciendo, de aspirar a más.
Siguiendo esa vía, se convirtió en el primer “argentino natural” (es decir, sin contar al chino nacionalizado argentino Liu Song) en meterse en el top 100 del ranking ITTF, y desembarcó el año pasado en la segunda división de la poderosa liga de Francia para ser la estrella del Amiens, el puntero.
Pero todo lo hizo solo. Sin reconocimiento: en Argentina, el tenis de mesa es un deporte ajeno a todos los titulares, una lógica que solo se quiebra ante un logro cargado de emoción como el que protagonizó ayer Cifuentes. Y lejos de los suyos, mirando por tele lo que pasaba en el país, pasando fin de semana tras fin de semana sin mucho por hacer, sin una cara amigable con la que charlar.
Así, en soledad, tuvo que absorber una de los grandes golpes de su vida: “Perdí a mi mejor amigo en enero, tuve una crisis muy importante en Europa, estaba bastante solo”, contó, con la voz quebrada, tras vencer a Wu Jiaji, conseguir el boleto olímpico y mirar al cielo, dedicando el triunfo a ese hermano de la vida. “Sé que él me ayudó desde arriba, hizo que esté fuerte en ese momento”, afirmó.
De esos golpes estaba hecha la entereza que mostró en la mesa Cifuentes: salió a la final a comerse crudo al dominicano, ágil y agresivo pero que perdía uno tras otro los intercambios con el argentino. Como un rayo se puso 3-0 arriba, pero en el cierre del tercero los nervios, las expectativas, el peso del momento, se transformaron en alguna duda: casi se escapa el tercer set (fue 13-11) y perdió el cuarto. En el quinto, arrancó fuerte de nuevo, 6-3 arriba en el quinto juego, Wu intentó tirarle la presión y pidió un tiempo que fue eterno: el regreso, Cifuentes erró un saque y Wu tomó envión: 6-6. Entonces, Cifuentes respiró. Recordó todo. Los golpes, la soledad, el trabajo. Todo había sido para ese momento.
La mirada volvió entonces a enfocarse, asesina. Y el pulso no le tembló: desde el 6-6, intenso, agresivo, convencido, metió un parcial de 4-0, para colocarse 10-6. Con dos saques. ¿Cuatro chances para conseguir su primer boleto a un Juego Olímpico? ¿Cuatro chances para conseguir lo que persiguió durante cuatro años, luego de no quedar considerado para la clasificación olímpica en 2015? ¿Cuatro oportunidades para lograr un sueño, el mismo por el que no pudo luchar hace cinco años, cuando no fue parte de la selección que buscó un boleto a Río 2016? ¿Contra el “cuco” del torneo, el chino que se nacionalizó dominicano una semana antes de Lima 2019 y que fue plata en los Juegos Panamericanos? Cifuentes no se pone nervioso. Sabe qué hacer: el saque irá hacia el revés de Wu, y también la tercera bola. Profunda, cruzada, sin darle respiro al rival, que intentará traer la pelota que se le mete en el cuerpo. No podrá ser: la devolución enviará la pelota al fleje, y del fleje a la luna. Del fleje a la gloria para Horacio Cifuentes.