#Vela / María Paula Salerno: “Mientras más elevo el nivel, más lo disfruto: siento que es acercarse a hacer las cosas bien”

#Vela / María Paula Salerno: “Mientras más elevo el nivel, más lo disfruto: siento que es acercarse a hacer las cosas bien”

“En la facultad soy la rara de los barcos, y en los barcos soy la rara de los libros. Me hablan todos de mi doble vida”: desde 2014, María Paula Salerno, profesora de Letras, becaria de Conicet y que sería doble campeona de Juegos Panamericanos, sintió que le hacían sentir que su atención se dividía en dos, que navegaba a contracorriente. Sintió que la querían convencer de que el que mucho abarca poco aprieta. Pero “para mí, era una sola vida: para mí el deporte fue siempre algo de mi vida normal”, afirma la velista platense, oro panamericano en Lima 2019 en la clase Lightning junto a Javier Conte, el abanderado de la delegación, y el también platense Ignacio Giammona.

Es que la vela está en su vida desde su infancia, y también antes, en el ADN: “La vela es una cuestión de familia”, relata Salerno, y narra la historia que comenzó con su abuelo paterno, socio de Regatas, amante de los barcos. “El único que siguió su afición fue mi papá: no competía, pero por ahí no teníamos casa y teníamos barco. Ese era el concepto de mi papá: estar en algún lugar donde se pudiera flotar”, se ríe.

Papá Salerno llevó a las tres hermanas a navegar (incluso a una que sentía pánico por el agua) y las hermanas fueron avanzando más allá de la escuelita. “Te empieza a ir bien, y te enterás que hay competencias internacionales… de esa manera, muy natural, empezamos a competir”, dice Salerno.

Pero de todas maneras, permanecía para el trío como una actividad de fin de semana. Eran, además, los años pre Enard, por lo que una campaña olímpica implicaba costear viajes y barcos. “Ya mantenernos a las tres navegando tenía unos costos altísimos para mis papás para algo que hacíamos por gusto”, cuenta la velista y profesora, y “ninguna de nosotras nos planteamos hacer jamás una campaña olímpica, por los costos. Y por el tiempo: es difícil seguir una carrera académica y seguir en el alto rendimiento”.

Es que mientras la navegación permanecía confinada a los fines de semana, las tres Salerno crecían e iniciaban su periplo académico: hoy hay en la familia, además de una profesora de Letras, una médica y una abogada.

Para cuando apareció el Enard “habíamos tomado otros caminos en la vida, era difícil decir ‘dejo todo y me voy a navegar por cuatro años’”, explica Salerno, que en 2011 empezó a dar clases de Literatura Francesa en la Facultad, y en 2013 ganó la beca de Conicet para doctorarse (escribe su tesis sobre dos autoras locales, Aurora Venturini y Ana Emilia Lahitte.

La historia del Lightning

Bahía de Paracas, Saturday August 10, 2019 – Javier Conte, Paula Salerno and Ignacio Giammona from Argentina (gold) during the medal ceremony for the Mixed Three Person Dinghy Sailing Race at Bahia de Paracas during the Pan American Games Lima 2019. Copyright Guillermo Arias / Lima 2019

Pero el destino golpearía la puerta y traería a la vida este cruce complicado, por momentos incompatible, de la vida académica y el alto rendimiento: en 2014, año en que fue campeona del mundo junto a su hermana Mariela Cecilia en Snipe, “recibí un mensaje de Facebook de Nicolás Fracchia, que vive en Ecuador y que me proponía correr un Sudamericano que se corría en noviembre y que brindaba plaza a los Panamericanos en Lightning, un barco del que casi no había escuchado hablar”.

La categoría se había estipulado como mixta de cara a los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y así, con menos de un año de preparación, Salerno se subió a bordo de un barco con nula tradición en Argentina junto a Fracchia y Gonzalo “Bocha” Politzer, entrenador hoy del 49erFX de otra platense, Victoria Travascio. 

“Así empezó mi vida en el alto rendimiento”, dice la becaria y creadora del Archivo de Escritores Platenses; y no empezó nada mal: la embarcación fue segunda en el Sudamericano y luego ganaron la plaza a Toronto ante otro bote argentino.

Mientras la campaña panamericana atrasaba “un poco” la confección de la tesis, instancia siempre traumática, también había problemas en el agua: “Bocha” era papá y meses antes de los Juegos Panamericanos cambiaba el equipo.

Fracchia convocó a Javier Conte, amigo de la juventud y compañero de regatas. Y aunque tenían poca experiencia juntos, Conte aportaba su “experiencia en Juegos Olímpicos, su conocimiento de las cuestiones organizativas y mentales: uno se encuentra en Toronto, en una villa enorme, en una modalidad de campeonato al que no estábamos acostumbrados, con pocos barcos, donde el mínimo error te hace estar atrás, donde todos están muy cerca en puntos… en esas cosas Javier era muy bueno para dejar al equipo tranquilo, para resolver esas cosas que te preocupan porque nunca tuviste una experiencia semejante”.

“Después hubo que adaptarse a los temperamentos”, se ríe Salerno. “Javier es muy temperamental, yo también, no nos conocíamos mucho…”. Pero a pesar de algunas “rispideces”, el barco se consagró dorado incluso sin necesidad de correr la Medal Race.

El oro se repetiría en Lima, este año, pero claro, a la gloria no se llega por un camino de rosas y al oro panamericano no se navega sin atravesar algunas tormentas.

“Al primer Panamericano llegamos sin ningún apoyo de ningún tipo; pero cuando ganamos en Toronto, nos dieron una beca. Ahora tenía un compromiso con el país: hasta ahí, lo hacía por mí misma, y si ganaba o no medalla, si iba o no al gimnasio, no importaba. Pero ahora había un compromiso nacional, los planes de entrenamiento fueron diferentes, también hubo apoyo para viajar y objetivos a mediano plazo, el Enard compró un barco”, cuenta Salerno: aumentaba la presión.

Y “también tuvimos que cambiar de equipo: Nicolás vivía en Ecuador, era difícil entrenar con él”. Y con el compromiso asumido con el Enard, con el país, “no podía ser que tengamos un nivel de entrenamiento tan irregular”: Conte pasó al timón y Julio Alsogaray se sumó como tripulante durante una temporada de excelencia; en 2017 el Lightning fue campeón sudamericano, norteamericano y mundial. Pero Alsogaray se abocó luego a su campaña olímpica y hubo que buscar un nuevo reemplazante: apareció entonces Ignacio Giammona que, sin experiencia en monotipo, también tuvo que adaptarse.

A pesar de los cambios, llegaron a Lima como favoritos tras repetir, este año, el título mundial. Pero nada era viento en popa: “Yo no creí que la presión de ser campeones defensores nos llevara a navegar peor, pero influyó muchísimo. Javier estaba muy nervioso, él siempre se cargó la responsabilidad del equipo a nivel táctico. Y ahora, con el cambio de equipo, sin tanto tiempo de entrenamiento, decidió asumir todas las responsabilidades… y en el campeonato, explotó”, relata Salerno. 

A Conte no le salían las cosas, y el equipo lo sufría en las primeras regatas. El abanderado panamericano finalmente reconocería “que le había pesado ser los campeones defensores, y ser nombrado abanderado de la delegación. Además estaba su papá ahí… Había muchas expectativas, desde muchos lugares. Y él decidió guardárselo por temor a transmitirnos esos nervios”. 

“Así que tuvimos un comienzo complicado, con errores básicos”, cuenta la platense. “Pero después empezamos a conversarlo, a redistribuir tareas, fuimos mejorando… pero terminamos a un punto. En Toronto habíamos ganado sin necesidad de la Medal, y acá teníamos que definir qué medalla ganábamos el último día”.

Aunque no sobró nada, “lo bueno es que tuve una Medal emocionante”, sonríe Salerno, aunque fue una regata por demás tensionante, sin viento en el cierre, con ambos barcos, el argentino y el brasileño (el que entraba primero era oro) casi estáticos, y con la tripulación con los nervios de punta, cruzando los dedos de que no aparezca una ráfaga que impulse al rival al final.

Exigencia

Doble campeona panamericana: y pensar que todo comenzó como una actividad recreativa, de fin de semana. El destino, o las casualidades, jugaron su rol; pero también la autoexigencia de una chica que no quería pasar al Colegio Nacional por miedo a que le fuera mal y terminó abanderada. 

“Prefería no cenar, pero terminar la tarea”, se ríe. “Siempre tuve la idea de que era menos que la media, entonces me esforzaba mucho para que me salieran las cosas. Para el deporte lo mismo: no es que tenía una capacidad sobrenatural. De hecho, a mí me iba bien de chica, pero cuando crecí no tanto: yo era muy grande para el barquito del Optimist, no lograba alcanzar la velocidad de otros. Pero me gustaba igual estar en el agua, y alcancé un buen nivel a fuerza de trabajo”.

Salerno no sabe hacer las cosas de forma recreativa, y hasta relata que en los picados de fútbol mixto comenzó errándole a la pelota y no lo soportó: terminó yendo a entrenar con su pareja al Bosque para mejorar, urgente. Es que “cuanto más competitivo se pone, mejor. Mientras más elevo el nivel, más lo disfruto, siento que es acercarse a hacer las cosas bien”. 

“En la navegación me pasa lo mismo”, dice. “Cuanto más leo el viento, cuanto mayor conocimiento tengo de lo que el barco necesita, mayor es la velocidad, mayor es la sensación de que el barco acompaña a la naturaleza: las fuerzas del agua, del viento, la conexión con la naturaleza son muy emocionantes”.

Pero, aclara, no todo es vida al sol y conexión natural: “Obviamente tengo momentos de rabia, y momentos donde sufro las relaciones a bordo: no es fácil ser la mujer a bordo en una sociedad que sigue siendo muy machista”, reflexiona Salerno, y cuenta: “He vuelto llorando… llegué a querer abandonar todo en un campeonato argentino, contra barcos que son recreativos: en la tripulación se estaban haciendo las cosas mal y me estaban echando la culpa de todo”. ¿Por ser mujer? Salerno sospecha que sí, que en el afán de no asumir culpas, todos los errores recayeron sobre ella en el reparto. 

“No fue la constante, son momentos, pero pensé en abandonar todo. Después reflexioné, pensé en el compromiso que había asumido, el país ya había confiado y tenía que terminar el proyecto”: así llegó a la línea final, Lima, cargando además la mochila de una tesis que no terminaba, llevando libros y papeles en cada viaje deportivo.

“Tuve una crisis profesional”, cuenta, agotada por el hecho de que el sistema sea tan meritocrático, que no tengan en cuenta la integridad de la vida”. Finalmente, enviando a Conicet todos sus logros deportivos, consiguió una prórroga para poner el punto final a la tesis, ese otro foco de compromiso, de presión.

¿Y ahora? Con la tesis cerca de su culminación, y la campaña panamericana cumplida, ¿qué sigue para Salerno? ¿Seguir navegando? ¿Dedicarse a la academia? ¿O continuar por ambos caminos, haciendo oídos sordos a quienes le dicen “la rara de…”? “Siempre que gana uno se pone más contento, tiene más estímulos para seguir”, dice la platense sobre su continuidad en la clase bicampeona panamericana, aunque afirma que quiere navegar sola un ratito en Laser, “tomar mis propias decisiones, equivocarme, aunque no le gane a nadie, porque no le voy a ganar a los chicos que están haciendo campaña olímpica”.

La entrevista completa, en nuestro canal de YouTube