#Lima2019 / Lluvia de oros y más allá
Los Juegos Panamericanos cerraron anoche una actuación que quedará en la historia del deporte argentino: la delegación nacional trajo de Lima 2019 101 medallas, incluyendo 32 oros, 35 platas y 34 bronces, lo que constituye la mayor cosecha de medallas, doradas y totales, de todas las ediciones, y la mejor actuación fuera de casa, al menos en cuanto a cantidad de medallas.
La colección dejó a Argentina en sexto lugar en el medallero, a solo un oro de Cuba, y quinta en cantidad de medallas: una actuación notablemente superadora de las últimas ediciones, que tenían a la delegación enquistada en la séptima posición del medallero. Pero por supuesto, juego a juego ha variado la cantidad de pruebas y países: en términos concretos esta es la mejor ubicación de Argentina desde Winnipeg 99, donde fuera quinta, aunque Lima supera levemente lo del 99, ya que se ganó la misma cantidad de medallas sobre pruebas (el 6,6%) pero más oros sobre pruebas (7,6 contra 6,5). Fuera de casa, solo la edición de 1955, cuando Argentina consiguió una histórica segunda posición en el medallero (al igual que en Chicago 1959), tiene mejor porcentaje de oros y medallas (en México se ganó casi el 19% de las pruebas), con menos países en competencia en la que fue la segunda edición; México 55 y Chicago 59 son los Juegos donde Argentina quedó mejor parado en el medallero, la medida absoluta. En este sentido, Lima también es superada por las actuaciones de San Pablo 63, Winnipeg 67 y San Juan de Puerto Rico 79 (4°), Indianápolis 87 y Winnipeg 99 (5°). Es, de todas formas, la mejor actuación del siglo y una performance que tomó hasta a los más optimistas por sorpresa.
¿Cómo consiguió entonces Argentina, en tiempos de crisis, denuncias sobre atrasos de pagos y recortes, y debate sobre el futuro rumbo del alto rendimiento, esta actuación para la historia? Las razones del éxito se encuentran tanto dentro como fuera de la cancha.
La sede, en primer lugar, resulta de influencia en el resultado final: Lima trajo de vuelta la pelota al calendario, y esta terminó dando tres oros a Argentina. Pero la influencia de la sede fue más allá de la grilla. Es que un Juego cerca de casa y hablado en castellano confiere mayor comodidad a los atletas, sí, pero genera además ausencias de las potencias del norte, a menudo reticentes a bajar al Sur. Cuando los Juegos fueron en Toronto, hace cuatro años, el equipo local llevó la elite y obligó a Estados Unidos a igualar su apuesta; esta vez, sin embargo, los Panamericanos les quedaron lejos, y además en un momento del calendario repleto de competencias importantes que obligaban a elegir entre eventos.
El Mundial de natación, por ejemplo, se celebró en Corea del Sur una semana antes del torneo: algunos nadadores viajaron de Gwangju a Lima, exponiéndose al cansancio; otros eligieron el Mundial. Argentina, que tachó el Mundial para traer preseas de Lima, cosechó once medallas, la mayor cantidad para la natación en su historia.
Algo similar ocurrió, por ejemplo, con el básquet: muchas selecciones llevaron el “B”, pensando en la cercanía del Mundial; pero Sergio Hernández decidió jugar con el “A” y utilizar Lima de preparación para la cita máxima. El resultado fue un esperable oro.
También se benefició de ausencias de potencias la doble medalla del voley, mientras que desde el agua llegó una habitual lluvia de medallas, favorecida por varias regatas en remo, canotaje y vela con pocas embarcaciones participando.
La ausencia de ciertas potencias se conocía desde la previa, aunque los pronósticos auguraban un reparto parejo de las medallas que Estados Unidos y Canadá relegaran, y por lo tanto la permanencia del estado de cosas: Argentina con más medallas, pero séptima igual.
¿Por qué creció Argentina más que el resto en este panorama? El empuje vino de deportes con menor tradición medallística en el país, al menos en la historia reciente. La cosecha de la vela, el remo y el agua es habitual, y la de los deportes por equipo, donde Argentina es potencia continental gracias a la formación deportiva que brindan los clubes de barrio, fue fastuosa. Pero en Lima se vio multiplicada por deportes como la natación, que aportó 11 medallas (4 oros), arquería, tenis de mesa, sóftbol, BMX y ciclismo freestyle…
La base deportiva se ha ampliado, reglejo de la importancia del Enard, el Ente Nacional de Alto Rendimiento creado para la promoción del deporte olímpico hace 10 años: Lima asoma así como un testamento de la importancia de sostener las políticas deportivas en el tiempo. Toronto 2015 no mostró una evolución en el medallero, quizás porque había mayor competencia, pero ya Río 2016 brindó al país su mayor cosecha en oros junto a Juegos de otra era (28, 32, 48) y la tercera mayor cantidad de diplomas olímpicos. Aunque con muchas más pruebas que en aquellos Juegos del siglo XX, Argentina recuperaba terreno a nivel internacional.
La política de alto rendimiento funcionaba, pero desde 2016 comenzaron las modificaciones: el Enard dejó de ser financiado con un impuesto que iba por el costado del Presupuesto y pasó a depender del Estado, lo que le quitó el blindaje que tenía el alto rendimiento frente a los vaivenes económicos. Comenzaron así los recortes de becas (de 1.300 en 2017 a 990 en 2019) y las quejas por la falta de actualización de las erogaciones frente a la inflación, además de retrasos en los pagos y versiones de que quienes no ganaran en Lima quedarían fuera del listado (finalmente, llegarán becados hasta fin de año todos los que comenzaron la temporada en las listas del Enard).
Las políticas tardan en hacer efecto: Lima fue reflejo de diez años de una idea sostenida, aún con problemas, en el tiempo, y no de los últimos dos o tres años; de la misma manera que Winnipeg 99 fue el resultado de fuertes inversiones realizadas para los Juegos Panamericanos de 1995, realizados en casa. Ahora, mientras los políticos, en plena campaña, se pelean por ver quién es el responsable de este logro, si esta gestión o la anterior, el temor es que, como ocurrió tras 1999, se diluya el apoyo al alto rendimiento y Argentina retroceda, otra vez, diez casilleros en el tablero olímpico. Nos comenzaremos a enterar en Tokio 2020.